Cuando vimos por primera vez el lugar donde se construyó Sándalo Posada, imaginamos allí un huerto, el terreno estaba dividido en dos partes mas o menos iguales, uno alto y uno bajo, era indudable que en el terreno alto se levantaría la posada porque las vistas son impresionantes, pero abajo era perfecto para un huerto, estaba resguardado de los vientos y la tierra era excelente.
Comenzamos por buscar semillas de todo tipo para hacer ensayos, puesto que de conocimientos agrícolas estabamos escasos, hice unos semilleros y cuando las plantitas estaban fuertes, con la ayuda de nuestro vecino Sixto se sembraron toda clase de hortalizas, entre ellas zanahorias, remolacha, lechuga, vainitas, pimentón, papas, acelgas, calabacín, cilantro, perejil, zanahorias, repollo, es emocionante cosechar lo que has sembrado, creo todo el mundo debería experimentarlo alguna vez en su vida.
Creo que lo más importante es que no estamos usando químicos, que nuestras hortalizas no contienen ninguna clase de venenos, son totalmente saludables, y nuestros huéspedes están felices de poder saborear ya sea unas exquisitas flores de calabacín o unos vegetales salteados fresquesitos de nuestra huerta.
En ese mismo terreno hay un enorme pino rodeado de piedras colocadas en círculo, todos insistían que debajo del pino no se da ninguna planta, como yo soy cabezota lo limpié y sembre un montón de flores, ha quedado precioso, lo curioso es que todo se da estupendamente, hay justo allí, al pie del pino un montón de espinacas, no tienen ni idea de lo buenas que quedaron en un potaje de garbanzos que preparó Jose Luis.
Isabel.
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